‘Habemus’ niña. ¡Tiembla, siglo XXI!

 

Supongo que aquella monjita, profesora de religión, no midió bien las consecuencias de sus palabras cuando sentenció ante la clase:

-Tenéis que aprovechar ahora, porque después de los treinta, las mujeres dejamos de ser creativas.

Calculaba yo que otra de las monjas, la profesora de literatura, había rebasado ya los 30 y me seguía pareciendo muy capacitada. No sólo eso: a pesar de la dulzura de su carácter, imponía su autoridad y nos incitaba a crear, a fantasear, a ser… Pero, por si acaso, año tras año, cumplo 29.

Soporté más tarde, durante mi incursión en Hispánicas, a otro profesor de literatura, al que tampoco le faltaban ocurrencias:

-Ninguna mujer ha leído ‘Rayuela’.

Había compartido yo, previamente a tal aserto, angustias con algún personaje de Julio Cortázar, y aquella ‘boutade’ me animó a comprar ‘Rayuela’. Cierto es que tengo ese libro castigado en el estante, a la espera siempre de mejor momento, o de que algún hombre me diga que lo ha leído y me lo recomiende.

Paloma nació hace diez días y estoy segura de que a ninguno de sus profesores se le ocurrirá soltar tremendas barbaridades. Porque ni su padre ni sus abuelos lo consentirían.

Será el de Paloma un mundo distinto, que dará continuidad al nuestro. Al de las mujeres que, desprovistas de anatemas feministas o machistas, han comprendido -hemos comprendido- que juntos somos más. Y mejores.

Ciertamente, me conmueve que haya sido su padre quien cambió el primer pañal a la recién nacida. El primero. Me conmueve que él beba los vientos por la madre, como sorberá los mares por la hija. Me conmueve que ninguno de los dos afronte con miedo el futuro, a pesar de las incertidumbres que nos acechan. Y me conmueve, en fin, que esa tan cacareada conciliación profesional pueda ser posible, no porque la imponga una norma, sino porque ellos (los hombres) también la quieren.

Será el siglo XXI el de las mujeres, porque no podemos, no debemos, desperdiciar el talento de tantas Palomas que conformarán la mitad de la población mundial.

Y no, no dejarán de ser creativas, productivas ni competentes después de los 30. No hemos dejado de serlo nosotras, ni dejará de serlo su madre que- así lo apunta la experiencia recogida por alguna universidad americana- crecerá en su carrera profesional, quizá alentada por dar ejemplo a la niña. Quizá porque la maternidad es un máster acelerado de gestión de tiempo. O por lo que sea. No importa.

No podrán dejar de serlo Paloma y todas las Palomas del mundo, que a los 30 estarán todavía abriéndose a la vida, comenzando a crecer profesionalmente. Creativamente. Personalmente.

El siglo XXI ya está empezando a ser el siglo de las mujeres. De las que, año tras año, seguimos cumpliendo 29 años, acompañadas en este camino por otras mujeres que han sido, y por muchos hombres que son. Y de todas las Palomas, que no temerán cumplir los 30, porque su talento, sembrado y cuidado en los años anteriores, comenzarán a dar sus frutos entonces.

 

(Ahora bien, ¡ya te vale, Paloma! En vez del pan, deberías de haber traído el iPhone debajo del brazo).

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