Cero. Esto de los emprendedores no es una burbuja.

Cero. Ese número es la respuesta a algunas preguntas y el inicio de muchas otras.

¿Cuantos de vosotros alquilasteis ayer una película en el videoclub? ¿Cuantos habéis utilizado un mapa en papel en el último año? ¿Cuantos tenéis un teléfono Motorola? ¿Y un teléfono Nokia? Cero.

 

Trabajo con y para emprendedores. Por eso supongo que le tengo cariño a Joseph Schumpeter, pues fue él el que hace casi cien años acuñó el término «emprendedor«. También acuñó el de «destrucción creativa«. Según Schumpeter, el capitalismo es un proceso evolutivo donde nuevos sectores y nuevas empresas surgen continuamente para destruir a los viejos. 

Casi cien años más tarde, otro profesor de Harvard, Clayton Christensen desarrolló su teoría de la innovación disruptiva, que en realidad solo describe cómo funciona la destrucción creativa. La innovación disruptiva conduce a la destrucción creativa de las empresas que en un momento parecían líderes y sólidas.

Pero volvamos de nuevo a nuestro cero.

En 2004 Blockbuster tenía 60.000 empleados, en 2010 presentó suspensión de pagos. Hace 9 años Google Maps no existía. Hace tan solo 7 años Nokia poseía el 63% del mercado de teléfonos móviles inteligentes y Apple poseía el 0%.

Lo más llamativo de la primera lista de Fortune500, de hace algo más de cincuenta años, no es que solo sigan alrededor de cincuenta en la lista de hoy… si no que de la gran mayoría de las 450 que ya no están, prácticamente ni recordamos sus nombres.

Estamos presenciando la destrucción creativa y la innovación disruptiva en vivo. Economía en estado puro. ¡Felicidades! Estamos viendo cara a cara a la innovación. Y estamos descubriendo que es implacable.

No estamos hablando exclusivamente de Apple, Google o Nokia… quizás ejemplos lejanos. No es así. Basta con mirar a los retos a los que se enfrentan las empresas hoy: Globalización, China como productor, China como consumidor, Internet, un flujo constante de nuevos negocios. Un mundo donde las marcas están perdiendo su poder, los canales físicos están siendo destruidos por los virtuales, el software se está comiendo el mundo. Un mundo donde la cuota de mercado es menos importante que la creación del mercado.

Sectores con los que todos crecimos, sectores que gozaron de décadas de dominación del mercado (como los periódicos, las librerías, el alquiler de vídeos, la música, los ordenadores personales) están siendo borrados. Las tendencias digitales, la globalización, la innovación, han puesto patas arriba casi todos los negocios, en todos los rincones del globo. ¿Lo veis lejano? Yo no quiero pensar en mi entorno cercano… es dramático.

Vamos a ser positivos: Merece la pena señalar que todo, desde Internet a los coches eléctricos; desde la secuenciación del genoma a las apps para móviles y las redes sociales; incluso el fracking… todo esto fue creado por startups y no por empresas existentes. Innovación disruptiva.

Tal vez sea porque donde las empresas ya establecidas ven riesgos o amenazas los nuevos negocios ven una oportunidad. Tal vez sea porque ahora es posible crear una startup en el salón de casa. Tal vez sea porque se puede acceder a mercados globales a golpe de un click. Sea por lo que sea las empresas establecidas se enfrentan a una oleada de competidores 100 veces mayor de la que vivieron hace 25 años. Esto de los emprendedores no es una burbuja. Preguntad a Sony por Samsung, a cualquier comercio por Amazon, a cualquier periódico por la web, o a cualquiera del textil por una fábrica de Arteixo.

Las Bolsas claramente valoran a las empresas que puedan ofrecer innovación disruptiva. Sólo hace falta ver las valoraciones de empresas como Tesla, Facebook, Airbnb, Linkedin o Twitter.

De hecho creo, como Steve Blank, que en las próximas décadas veremos dos clases de empresas cotizadas. La primera será la de aquellos negocios de commodities, de productos básicos cuya valoración dependerá de la capacidad de la empresa para ejecutar su modelo de negocio actual de manera más eficiente y barata que cualquier otro, de cualquier otro en cualquier otra parte del mundo. La segunda clase será la de las empresas con una capacidad para innovar y reinventar continuamente sus modelos de negocio. Las empresas que puedan demostrar tasas de crecimiento “como las de las startups”, superiores al 50% anual.

Supongo que estaréis pensando: “Uups, me contrataron en la compañía equivocada”. Pues sí. Es verdad, estamos en las empresas equivocadas. 

Por eso te animo a que crees una tú. Desde cero. Nosotros lo estamos intentando.

 

 

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