Vertebrar Galicia

Sería injusto no reconocer el esfuerzo que, en materia de infraestructuras ferroviarias, se ha hecho en Galicia. Un esfuerzo que está posibilitando la cohesión territorial del Eje Atlántico, y que, desde hace algún tiempo, se viene traduciendo en el fortalecimiento del área A Coruña-Santiago. Recorrer ese tramo lleva entre 28 y 42 minutos, un tiempo razonable para la movilidad diaria de estudiantes, trabajadores, turistas, etcétera. Y, si no para la movilidad diaria, también será razonable el tiempo en el que se cubrirá el trayecto A Coruña-Santiago-Vilagarcía de Arousa-Pontevedra-Vigo, que hoy, cuando todavía falta concluir los trabajos en la provincia de Pontevedra- se sitúa en dos horas.

Con toda probabilidad, el Eje Atlántico ejercerá también ese efecto vertebrador entre Vilagarcía, Pontevedra y Vigo. Tenemos trenes de excelente calidad y un servicio que responde bien a las necesidades de conexión entre estas ciudades.

Sin embargo, tampoco sería justo afirmar que la infraestructura ferroviaria cohesiona toda Galicia. No lo hace la infraestructura del Eje Atlántico ni lo hace la del AVE.

De las siete grandes ciudades gallegas, Ferrol y Lugo parecen haberse quedado al margen. Ni siquiera es buena la conexión entre A Coruña y Ferrol (más de una hora, como mínimo, para una distancia de 50 kilómetros), y ¿qué decir de las conexiones de Lugo con las otras seis ciudades? Por otra parte, más de veinte años después de la inauguración del primer AVE (Madrid-Sevilla), sólo tres ciudades gallegas (A Coruña, Santiago y Ourense) dispondrán de este servicio. Ferrol y Lugo vuelven a ser ajenas a esta infraestructura, pero también lo serán Vigo y Pontevedra.

Hace unos meses, un directivo del Círculo de Empresarios de Galicia predecía que los empresarios vigueses terminarían dependiendo del coche para tomar el avión en Oporto o Santiago, o el tren en Ourense. No es baladí la queja: el aeropuerto vigués sigue perdiendo pasajeros, y el tramo del AVE Vigo-Ourense por Cerdedo ha vuelto a quedarse en el cajón.

Y no es mejor la situación de Ferrol y Lugo, dos ciudades que, además, pierden población año a año (Lugo es probablemente la provincia que ha perdido más habitantes en el último siglo, y las proyecciones demográficas son demoledoras).

Puede que no sea este el mejor momento para reclamar inversiones imprevistas, pero sí el momento ideal para proyectar, perfilar, pergeñar una Galicia vertebrada gracias a sus infraestructuras.

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