Jesús Bahíllo
Fundador y Director del Club Financiero Vigo y Círculo de Empresarios de Galicia.
Esta famosa pregunta que William Shakespeare pone en boca del joven Hamlet puede servir, a título de ejemplo y sin pretender asignarle la carga ontológica que el dramaturgo inglés le dio, para centrar el papel que nuestra entidad, el Círculo de Empresarios de Galicia debe plantearse en esta nueva etapa que comienza.
Hasta ahora, las diferentes juntas, también se plantearon esta cuestión a la que, afortunadamente, respondieron de modo inmediato, con rotundidad y creo que con acierto: “sí, hay que ser”. Es decir: “ser” un agente activo, un lobby, un grupo de presión y actuar con conciencia y con convicción.
En un país en el que el nivel de desafección hacia las instituciones y la clase política ha llegado a alcanzar límites preocupantes, el papel que está llamada a desempeñar la sociedad civil, adquiere un valor determinante.
El Club ha venido manteniendo a lo largo de los años un papel activo en el debate y la reflexión, formulando propuestas y denunciando, cuando ha sido necesario, lo que podía perjudicar a las empresas y al tejido económico de Galicia y España. Porque esa y no otra, era su obligación y su razón de ser. Es decir, se trataba de que lo que los empresarios y entidades no pudieran decir a título particular, lo pudieran decir con la voz de una entidad que los representara con dignidad e independencia.
A las instituciones hay que hacerles llegar nuestra opinión y propuestas, formuladas con seriedad, independencia y rigor. Así ha sido a lo largo de estos veinte años de existencia, porque así lo han querido nuestros socios. Por esa y no otra razón, hemos sido valorados y respetados en Vigo, Galicia y España.
Promover y crear una cultura empresarial significa, también y sobre todo, que los empresarios entiendan que el éxito de sus empresas, puede depender en muchas ocasiones, tanto de las condiciones del entorno y del contexto en el que desarrollan su actividad, como de la propia gestión que, intramuros, llevan a cabo.
Por eso, si renunciamos a “ser” un ente activo de opinión, con una presencia constante y sostenida en los medios de comunicación, habremos renunciado a nuestra esencia y nuestra razón de ser, habremos defraudado la confianza que nuestros socios depositaron en nosotros y desapareceremos.