Nueva economía

Desde hace años sabemos que nos enfrentamos a una nueva era, preconizada por una incesante revolución tecnológica que trae consigo, como todas las grandes revoluciones, grandes incertidumbres, agravadas en este tiempo por una crisis brutal que nos ha ido anticipando cambios, algunos dolorosos.

Nos equivocamos, sin embargo, cuando reclamamos de otros (poderes públicos) las directrices de esa incipiente nueva economía, como si quisiéramos poner puertas al campo o trabas al progreso. Como si nos costara aceptar que va a ser la propia sociedad la que tome las riendas (como siempre), establezca el rumbo con sus demandas y, aprovechando su propio talento, imponga soluciones. Será la sociedad la que decida qué vale y qué no vale, exigiendo siempre de los poderes legalmente establecidos el control necesario para procurar el bienestar colectivo y evitar abusos y engaños.

Hemos visto cómo han desaparecido algunas labores que en tiempos fueron sustento de economías familiares. Pero, lejos de una debacle, han surgido otras actividades, inimaginables hace menos de una década. Si hay algo claro en este proceso es la exigencia de adaptabilidad, de formación ininterrumpida durante toda nuestra vida. Ahora bien, ¿estamos preparados para ello y estamos preparando a las futuras generaciones?

Hace unos días, la ponente en un acto celebrado en el Círculo reparaba en un detalle: los trabajadores de 2030 están ya en las aulas. Con unas tasas de calidad educativa que no nos dejan en buena posición entre los países de la OCDE, ¿qué estamos haciendo para prepararlos para un futuro que va a exigirles iniciativa, visión global, creatividad, capacidad de comunicación? ¿Cómo desarrollar su talento natural y evitar su fuga, ya sea en las etapas educativas (fracaso escolar), ya sea al concluir su formación académica?

Es, posiblemente, el reto más importante que afronta la economía española. Un reto que incumbe a toda la sociedad, porque estamos hablando del futuro de la sociedad. Posiblemente, de una nueva sociedad para una nueva economía, que se está gestando ya en muchos rincones del planeta. También de Galicia, y este será otro reto: conseguir su apego al territorio, como garantía de nuestra continuidad.

Somos nosotros mismos los que marcamos el rumbo. Y también nosotros (empresas, familias, sociedad civil) debemos seguir preparándonos y mantenernos en alerta para que esa nueva economía no nos desplace.

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