Gallegos: ni héroes ni villanos

Paca Lijó

Responsable de Comunicación del Círculo de Empresarios de Galicia

Lo abracé cuando llegó, pasadas las nueve de la mañana. Él contó que había estado en la estación desde las cinco, esperando a que se restableciera el servicio. Le pregunté qué había hecho antes, desde que supo lo sucedido. Dijo que, con sus amigos, había estado ante una de las unidades de transfusión de sangre que se movilizaron aquella noche. Conociendo su aversión a las jeringuillas, lo miré interrogante. Se limitó a decir:

-¿Y qué iba a hacer? ¡Tenía que hacerlo!

Sé que si, por casualidad, hubiera estado en Angrois, habría olvidado esa aversión a agujas y sangre y se habría volcado en ayudar.

Mi hijo no es un héroe. No hay heroicidad en su actitud. Simplemente es un ser humano. Los vecinos de Angrois no se movieron por un afán heroico sino por un impulso humanitario. Hicieron lo que hicieron porque era lo que había que hacer.

Tampoco fueron héroes los marineros que salieron a enfrentarse, con sus propias manos, casi en un cuerpo a cuerpo, con el chapapote del ‘Prestige’. Hicieron lo que debían hacer.

Tampoco fueron héroes los vecinos de mi pueblo que, en la década de los veinte, acudieron a la llamada de socorro del Santa Isabel y recogieron náufragos y muertos aquella noche de enero. Hicieron lo que tenían que hacer.

Y sé que se cuentan por cientos los episodios de solidaridad y humanidad, en los que los gallegos hicieron lo que tenían que hacer.

No somos héroes, pero tampoco villanos.

Somos gallegos, incluso “en el sentido peyorativo de la palabra”, porque obviamos las lisonjas y las ofensas.Hace unos años, una periodista preguntó a un ministro que cuándo pasaría el AVE por Galicia, y el ministro contestó: “¿Y a dónde va el AVE si pasa por Galicia?” Hace unos días, leí en un post en facebook la respuesta que se merecía aquel ministro: “A Galicia no se va; se vuelve”.

Porque, frente a quienes reconocen su admiración por nuestra actitud, no falta quien piense que nuestros montes se queman debido a nuestras “atávicas costumbres”, como quemar rastrojos.

O que, si hay más atropellos mortales en Galicia, se debe a nuestro “pesimismo histórico”, a ese “problema psicológico” con la tristeza, y a que “corremos como conejos” delante de los coches cuando percibimos el peligro.

O, ¡qué diablos!, para qué queremos AVE si ya tenemos percebes.

Hace unos años, una periodista preguntó a un ministro que cuándo pasaría el AVE por Galicia, y el ministro contestó: “¿Y a dónde va el AVE si pasa por Galicia?” Hace unos días, leí en un post en facebook la respuesta que se merecía aquel ministro: “A Galicia no se va; se vuelve”. Y, en un cariñoso guiño, el autor contaba que los gallegos no revelamos nunca nada pero acabamos pidiendo que nos guarden el secreto.

Somos un pueblo responsable y educado en la calma, sobresaltada a veces por llamadas de auxilio. Que trabaja callado y calladamente va llegando a todos los rincones del mundo. Que, sin embargo, no se prodiga en el relato de su hazaña ni en rebatir los deméritos que otros nos achacan.

Somos, en fin, un pueblo al que le hace falta mucho márketing y mucho ‘branding’. Pero, por favor, no se lo cuentes a nadie.

¡Y que no se note mucho!

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