La situación que estamos viviendo hace que salgan a la luz deficiencias en nuestro sistema productivo que muchos, a pesar de las múltiples denuncias realizadas por diversas organizaciones y personas, nunca quisieron ver.

 

La falta de conocimiento de nuestro entramado empresarial y sus capacidades, la falta de coordinación, el fracaso de muchas de nuestras organizaciones empresariales, han generado que en una situación excepcional como la que vivimos no hayamos sido capaces de redirigir los esfuerzos para producir todo aquello de lo que somos deficitarios y que ahora necesitamos de forma urgente, poniendo de manifiesto nuestra dependencia del exterior hasta de los más mínimos y sencillos artículos. No obstante, sí hemos visto como de forma “voluntariosa” muchos de nuestros empresarios han demostrado esa capacidad de adaptación, haciendo más palpable que nunca la falta de capacidad de organización y liderazgo de nuestras instituciones.

 

Esta situación pasará, habrá tiempo para hacer sesudas valoraciones de todo lo acontecido y de la gestión durante la crisis sanitaria. Imagino que como siempre oiremos críticas infundadas de una parte y loas de los  incondicionales del gobierno. Ambos retorcerán la realidad para mayor gloria de los suyos, pero, además de depurar responsabilidades, es importante corregir deficiencias y, de una vez por todas, trabajar en la creación de un tejido industrial versátil, autosuficiente y competitivo que nos permita salir con fuerza de la crisis económica que sucederá a la sanitaria y fortalezca nuestro sistema “inmune” antes los nuevos vaivenes de los ciclos económicos y todo aquello que un futuro incierto nos pueda deparar.

 

Parece que ha llegado el momento de abandonar políticas populistas y cortoplacístas y de remangarnos para construir un país fuerte y sostenible, utilizando esas capacidades que, una y otra vez, hemos demostrado tener. Para ello es necesario crear un tejido empresarial consistente, apoyándonos en lo que tenemos actualmente y potenciando nuestras fortalezas. Es necesario seguir atrayendo inversión en nuevos proyectos y nuevos sectores, preparar el caldo de cultivo para que nuestras empresas puedan crecer y ganar en dimensión y fortaleza.  Ello permitirá absorber nuestra tradicional bolsa de desempleo, que sin duda se disparará; fijar la población al territorio, lo que redundará en el rejuvenecimiento de nuestra pirámide poblacional; disminuir la brecha salarial y social y, en definitiva, ayudar a garantizar nuestro estado de bienestar.

 

Indudablemente tenemos fortalezas y, ante nosotros, un “mundo de oportunidades” que es nuestra obligación aprovechar y potenciar. Dejemos de una vez por todas de criticar aquellos que ponen a disposición de la sociedad su esfuerzo, ingenio y capital, y animémoslos, ayudémoslos, y permitamos que crezcan en número, en consistencia, en tamaño, y a todos nos irá mucho mejor.

 

Es importante vender en el exterior las bonanzas de nuestro territorio, las capacidades de nuestras gentes, las infraestructuras y medios de los que disponemos y atraer el talento y capital para seguir construyendo un ecosistema en el que esos individuos, esas familias, que siempre soportan los rigores de los errores de quien nos dirigen o los avatares de la fortuna a los que estamos sometidos y sobre los que recaen el esfuerzo y las penurias de salir adelante, puedan vivir mejor. Construyamos un lugar para vivir del que sentirnos orgullosos y en el que puedan tener futuro nuestros hijos.

Para ello es importante que desarrollemos un sistema económico fuerte y sostenible.

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