Malos tiempos para la lírica

Tenía que suceder. Era solo cuestión de tiempo y tenía que pasar. En nuestros despachos ya sufríamos con nuestro clientes jubilados, que percibían la pensión por el mero hecho de ser administrador y socio de una sociedad mercantil. Aunque fuere una sociedad sin actividad económica. Aunque fuere una sociedad con inmuebles heredados, participada por él y sus hermanos, que ingresara solo alquileres. La Seguridad Social le negaba lapensión de jubilación y ¡le obligaba a seguir cotizando como autónomo por su condición de administrador!

No se entiende como en un país con una pirámide poblacional invertida, que compromete las pensiones de jubilación, se endurece el tratamiento fiscal de los planes de pensiones o se impide a los jubilados complementar sus menguantes pensiones de jubilación con ingresos esporádicos. En definitiva se desincentiva con una errónea política fiscal los sistemas coadyuvantes con la pensiones públicas.

La economía según Keynes

Keynes gustaba del ejemplo del Junker, el avión de pasaje alemán de entre guerras, para explicar la economía a sus alumnos. Según él, ese trimotor de hélice disponía de un motor principal en el morro: la iniciativa privada. Disponía de un motor secundario en un ala: la política monetaria. Y disponía de otro motor secundario en otra ala: la política fiscal. Cuando los mercados se deprimen y la economía entra en recesión, cae la demanda y la inversión, el motor principal en el morro pierde fuelle. Entonces el capitán actúa sobre el motor de la política monetaria y le manda gasolina: imprime moneda fiduciaria; satura la economía de billetes. Como consecuencia de ello cae el precio del dinero. Las dos consecuencias son, frente a los inversores, animarles a desprenderse de una commodity –la liquidez- que se devalúa. Y frente a la producción, incrementa la demanda como consecuencia del incremento de las exportaciones, que se ven abaratadas por la devaluación de la moneda. El motor fiscal también recibe combustible: el gasto público se estimula por encima de los impuestos tirando de la demanda pública. Y los impuestos se reordenan en orden a minimizar su impacto recesivo sobre la economía.

Lo contrario de lo que hacemos aquí: el motor monetario, porque lo hemos mandado a Frankfurt y ya no es soberano nuestro. Y el motor fiscal porque la ideología de la caverna neolítica de los economistas prekeynesianos de Bruselas y Madrid, no sabe usarlo. Un ejemplo: los expertos le dijimos hasta la saciedad a los ministros Montoro y Wert que no incrementaran el IVA sobre el cine al 21% porque la elasticidad sobre el consumo de dicha medida presentaba una segunda derivada negativa. Es decir, la primera derivada sería positiva, pero decreciente, indicativo de una curva de consumo cóncava[1]. No nos hicieron caso, el IVA subió, la salas de cine se vaciaron y la recaudación se desplomó por debajo de la que recaudaba el tipo reducido. Hoy no se sabe a ciencia cierta si el ministro Montoro sabe calcular una derivada primera. Pero hay unanimidad científica en que desconoce el cálculo de la segunda.

Pues no contentos con el desastre del IVA cultural, ahora le toca el turno al IRPF y a la seguridad social de los escritores, filósofos, poetas y demás intelectuales: la Seguridad Social y Hacienda han cruzado sus datos para detectar a los intelectuales jubilados que tras cotizar 40 años y cobrar una pensión, perciben en concepto de derechos de autor, o por conferencias, o por colaboraciones con la prensa escrita, más del salario mínimo interprofesional (+/- 9.000 €/año). Es decir, el binomio creación y jubilación ha sido declarado incompatible y fraudulento.

En la prensa escrita han saltado los casos de la maestra jubilada de Ossa de Montielsancionada con 23.000€ por haber cobrado 91 euros al mes durante dos años por dar clases de manualidades a niños. O el del periodista jubilado tras 40 años de cotización, Javier Reverte, quien ahora publica novelas y libros de viaje: le han impuesto una multa de 121.637,13 euros, sus percepciones de cuatro años más sus intereses. En declaraciones al Diario de León, el Premio Cervantes, José Manuel Caballero Bonald decía que dejará de escribir tras recibir la multa. El también Premio Cervantes Antonio Ramoneda también se lo piensa, mientras arremete contra la Ley “destructiva de la cultura”.

Esta circunstancia, inédita en Alemania, Austria, Francia, Reino Unido, Polonia o Suiza, trae causa de la calificación fiscal como rendimientos del trabajo de los derechos de autor. En sí misma no es errónea esta calificación fiscal. Pero su encaje con la Ley de Reforma de las Pensiones 27/2011 produce estos efectos absurdos: la calificación fiscal como rendimiento del trabajo se asimila a efectos laborales como un contrato laboral en activo y su percepción, a un fraude al sistema público de pensiones.  Este efecto absurdo alcanza la pura aberración frente a los herederos: los derechos de autor de los herederos del Sr. Javier Reverte, se califican como rendimientos del capital mobiliario. Por ello, si el señor Javier Reverte tuviera un heredero jubilado, este tendría plena compatibilidad entre su propia pensión y los rendimientos satisfechos por la editorial de su antecesor.

Convendrán ustedes conmigo en que la norma es aberrante, que nos gobiernan muy malos pilotos y que el Junker del señor Keynes lleva el motor fiscal incendiado, a la par que el principal sigue sin carburar como es debido y por ello la cabina solicitó por radio a la torre prioridad absoluta para aterrizar de emergencia. Afortunadamente, pues con Trichet fue todo lo contrario, el Sr. Mario Draghi está estimulando al máximo el motor monetario de Keynes con su ‘expansión cuantitativa’.

Pero más allá de la sinrazón en la que se ha instalado nuestro legislador, hay una cosa a mi juicio más grave. Lo decían los afectados en una carta a la Ministra Fátima Báñez fechada en noviembre, que incluso firmaron Forges y Juan Goytisolo, también afectados por la medida: “Más allá de las consecuencias que puede suponer esta normativa en el plano personal de cada autor, nos preocupa el daño que se produce al privar a toda una sociedad de las aportaciones que puedan realizar nuestro creadores en una etapa de su vida en la que el grado de madurez, experiencia y sabiduría deberían ser cuidadas y no rechazadas por obsoletas”.

Es verdad. Los intelectuales son referentes morales de su tiempo. Arrojan luz a su alrededor. Nos abroncan cuando nos conformamos. Nos estimulan para esforzarnos, nos enseñan, nos educan y nos divierten. Una sociedad que fagocita así a su cultura tiene algún problema más que (solo) con sus impuestos. Malos tiempos para la lírica…

Este artículo se ha publicado en el siguiente blog:

www.fiscal.blogsisa.net

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