Brunch: nuevas costumbres para el fin de semana

Quizá a vosotros, como a mí, os pase que el domingo por la mañana no os apetezca levantaros temprano, que os apetezca quedaros en la cama hasta algo más tarde. Quizá por haberos acostado tarde la noche anterior,  bien porque después de una dura semana de trabajo os apetece tener un día con horarios más relajados, ralentizar vuestra rutina. Pero seguramente también os moleste no poder desayunar bien y con tranquilidad por ser demasiado tarde pero tampoco poder comer por ser demasiado temprano. Por eso yo os invito a aceptar el brunch como una nueva rutina de fin de semana.

Si bien, muchos de vosotros conocéis bien esta comida, es extendida la idea de que se trata de un nuevo concepto, una nueva palabra que incorporar a nuestro vocabulario. Sin embargo la palabra ‘brunch’-claramente un ‘portmanteu’ de ‘breakfast’ y ‘lunch’-aparece impresa por primera vez en un artículo del semanal inglés Hunter’s Weekly, escrito por Guy Beringer en el año 1895. En este artículo titulado ‘Brunch: A plea’ se propone una alternativa a las pesadas comidas de los domingos después de la iglesia, una comida más ligera que comience con un café o té y tostadas y pueda terminar con carnes y deliciosas tartas. Además sugiere que el brunch es más alegre, sociable e incitante que el clásico ‘lunch’ familiar. Se trata en su opinión de una comida autocomplaciente, que te pone de buen humor y te hace sentir satisfecho contigo mismo y con la gente que te rodea, pudiendo así desprenderte de las preocupaciones y telarañas de la semana.  Guy Beringer solo dio nombre a una tradición existente en muchas sociedades, que con el paso a una sociedad industrial se vio modernizada.

Imagen: le repas de chasse(1737), Carl van Loo, Musée du Louvre

Probablemente el predecesor del ‘brunch’ sea la tradicional comida realizada tras las cacerías en Inglaterra,  compuesta de varios platos como huevos, pollo, beicon, fruta fresca y dulces servidos en forma de bufet. Aunque la sociedad inglesa no era la única que contaba tradicionalmente con este tipo de comidas. En Suecia es tradicional el Smörgåsbord, un bufet compuesto por diferentes platos de su comida tradicional y que tiene una relación muy estrecha con el Smørrebrød danés formado por pan de centeno con mantequilla, acompañados con carne, pescado, o huevos, servido también en forma de bufet y que componían una comida ligera. Precisamente, este plato tradicional danés da lugar a otra palabra híbrida, el ‘Smushi’,  plato nacido en Copenhague que mezcla los conceptos de Sushi y Smørrebrød, siendo este un bocado más pequeño e incorporándolo también a la hora del brunch. Nuestra última referencia es menos cercana, el ‘dim sum’ chino, una comida servida entre la mañana y las primeras horas de la tarde y en la que las sopas, carnes y frutas se acompañan con té.

Volviendo al brunch, tenemos que destacar su éxito en la sociedad americana, ya que después de la Segunda Guerra Mundial, con las familias dejando de acudir a la iglesia y las mujeres incorporándose al mercado laboral, la gente buscaba una nueva situación social que les dejase dormir un poco más. Es así como el domingo se convierte en un día en el que no hacer nada más que dormir y leer el periódico o ir en busca de aventura organizando un picnic.

En la actualidad el brunch es mucho más que una comida, es un estado mental que nos transporta a una sociedad más relajada. Es una comida ecléctica donde caben lo dulce y lo salado, la carne y el pescado, el champagne y el té. Y sin duda nos transporta al fin de semana por su aspecto sociable y festivo. Porque el desayuno es perfecto para uno mientras que un brunch sin compañía no tiene sentido. Además, con el brunch pasa algo así como lo que bien expresa Marcel Proust en un su obra ‘En busca del tiempo perdido’, en la que su protagonista rememora su infancia al mojar una magdalena en su taza de té y, gracias al olor desprendido por estos, su mente lo transporta a un tiempo pasado. Es ahora el olor a café recién hecho, a pan y galletas el que nos evoca recuerdos de una niñez en la que alguien cocinaba para nosotros. Y así es como el brunch nos lleva a un tiempo más simple, una comida para aquellos que son exigentes y que se levantan el domingo con apetito de un retorno espiritual, de comidas que llenen el vacío que deja la falta de humanidad y naturaleza con la que convivimos a diario.

Por todo esto, a mí no se me ocurre un mejor lugar para relajarnos y quitarnos esas telarañas de la semana que la Fundación Sales. Este bonito jardín fue uno de los pioneros en realizar un brunch en nuestra ciudad y lo cierto es que su belleza ayuda a relajarse, a conectar con la naturaleza y hacer nuestro fin de semana aún más especial.

Así es como os propongo un sábado diferente participando en el “Rethink the way you live” Garden Brunch que organiza Maison Brisset en la Fundación Sales.

Os animo a solicitar vuestra invitación para el sábado día 11 de octubre y reconectar con la naturaleza en buena compañía.

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